Conferencia y proyección " Aurelio Grasa,sus imágenes del funeral de Joaquín Costa" por Barboza-Grasa

Archico Barboza-Grasa

Audiovisual fotográfico del entierro de Joaquín Costa y  su mausoleo, por Aurelio Grasa, 1910-1914, que será presentado por Teresa Grasa, Carlos Barboza y Santiago Chóliz en la Sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Zaragoza (Paseo Independencia,11), el próximo 7 de marzo a las 19, 30 horas.  
En el acto se leerá un texto de Juan Dominguez Lasierra, que nos introducirá en la figura de Joaquín Costa.

Mas información www.ambitocultural.es


Archivo Barboza-Grasa

AUDIOVISUAL FOTOGRÁFICO DEL ENTIERRO DE JOAQUÍN COSTA Y SU MAUSOLEO, POR AURELIO GRASA, 1910-1914. Breve texto anunciador de la conferencia.  Foto y texto: Archivo Barboza Grasa
Joaquín Costa murió en Graus el 8 de febrero de 1911 y Aurelio Grasa como reportero gráfico del Heraldo de Aragón y ABC de Madrid, va dando noticia gráfica de este ilustre aragonés, desde su retrato sobre placa de cristal, hasta los actos de su entierro en Zaragoza, realizando un completo documental del duelo por las calles de la ciudad hasta su entierro en el Cementerio de Torrero terminado con su tumba cubierta de flores, publicando fotos desde el 12 al 14 de febrero. Meses, y aún años mas tarde, documentará los proyectos del Concurso de su Mausoleo y la inauguración final, aportando fotografías inéditas, hasta el día de hoy, de los grupos escultóricos presentados por distintos escultores como José Bueno, Lasuén, Bescós y Lafuente, y otros….También los pintores se unieron al homenaje a su figura, entre ellos Victoriano Balasanz, quien en 1913 realiza su retrato, que se encuentra en el Ayuntamiento de Zaragoza. Grasa demuestra en 1910-1914, ser un avanzado en el concepto de reportero gráfico, siguiendo la noticia y su evolución en el tiempo, fotografiando con su cámara a todos los componentes de la sociedad en sus diferentes ámbitos. Este audiovisual incorpora música de Benjamín Gutiérrez, ejecutada por el grupo "Tradiciones", Quinteto de Maderas de Costa Rica y “Tres movimientos para piano” de Oscar Esplá, interpretado por la gran pianista aragonesa Pilar Bayona.

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En la presentación del día 7 de marzo en la sala Ámbito Cultural de El Corte Ingles,  Santiago Chóliz presidió la mesa junto con Teresa Grasa y Carlos Barboza. Santiago nos introdujo en la vida de Joaquín Costa a través de la epoca que le toco vivir. Teresa Grasa nos hablo de la figura de su padre Aurelio Grasa y Carlos Barboza del trabajo que la familia Barboza-Grasa esta haciendo por recuperar la memoria de don Aurelio  a través de su amplia colección de placas fotográficas y de sus escritos. En el acto se leyó el escrito que Dominguez Lasierra preparó sobre la vida de Costa y de Aurelio Grasa.

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BREVE SEMBLANZA DE JOAQUIN COSTA Y MARTINEZ. Por Santiago Chóliz

Monzón 1846 – Graus 1911

Fue Costa el personaje que más influencia tuvo en el pensamiento y política del siglo XX.

Aparte de discursos, manifiestos, artículos y prólogos, Costa dejó escritos 42 libros, algunos de los cuales fueron recogidos póstumamente.

Era Costa político, jurista, economista, historiador, notario y además pertenecía al Cuerpo Superior de Abogados del Estado.

Se definió asimismo como “un labriego aragonés forrado en intelectual”. En otro momento dijo: “mi afición a los libros era desmesurada” “uno me decía fraile porque siempre estaba en casa con mis libros…otro me decía afanoso porque me dolía el tiempo de comer”.

Fue el primero de los muchos hijos de un labrador muy respetado en la región; su educación fue trabajosa y en ocasiones interrumpida por su extrema pobreza.

Para valorar el eco que ejerció Costa en el entorno que le tocó vivir debemos tener en cuenta algunos datos sobre la época: en 1850: el índice de analfabetismo en España era del 75 % y en 1910, alrededor de su muerte, del 50 %. Zaragoza era una ciudad de 67.000 habitantes en 1860 y de 100.000 en 1900. El tren no llega a Zaragoza hasta 1861 y más al norte tarda muchos años a llegar. La radio no existe la primera, (EAJ1 Radio Barcelona) se inaugura en 1920. Hughes presenta el micrófono en 1878.

Estudia en el instituto de Huesca a la vez que trabaja para un maestro de obras pariente lejano suyo. Funda el Ateneo Oscense y es elegido discípulo observador en la Exposición de Paris.

Comienza con una distrofia muscular progresiva que le condicionará el resto de su vida. Viaja a Madrid donde se licencia en Derecho en 1872, en Filosofía y Letras en 1873 y se doctora en las dos disciplinas en 1874 y 1875 respectivamente. Le nombran oficial letrado en Cuenca. Su intención era irse acercando a Madrid pero en un breve viaje a Huesca se enamora de una joven oscense de familia católica con la que rompe más adelante debido a sus ideas krausistas. El krausismo es una tendencia filosófica (derivada del alemán Krause) que en España se caracteriza por la Institución de Libre Enseñanza, el laicismo y el anticlericalismo con unas ideas muy particulares sobre Dios.

Desde entonces, su vida sigue un curso casi exclusivo de dedicación al trabajo intelectual realizando una serie de estudios de gran rigor académico.

Su ambición de juventud era llegar a ser catedrático de universidad, pero sus tendencias krausistas y su evidente liberalismo hicieron que aunque propuesto dos veces en la terna a la cátedra de Historia en la Universidad Central y a la de Derecho Político y Administrativo en la Universidad de Valladolid no pudiera obtener ninguna de las dos cátedras. Por las mismas razones le fueron denegados otros honores y premios.

Costa influye notablemente sobre la educación con su postura idealista en la pedagogía. También en el derecho propugnando la fuerza de la costumbre en las leyes.

En política exterior ambicionaba que España participase en el movimiento colonial de Europa en los años 80 pero con una postura de compromiso, no de subyugación. Pidió la autonomía de Puerto Rico y una representación parlamentaria para Filipinas y en cuanto a Africa, deseaba la unión de España y Portugal en un bloque ibérico capaz de resistir las presiones de otros países. En 1999 escribió proféticamente que debían venderse o regalarse estos territorios, Fernando Poo inclusive.

En política nacional Costa deplora el sistema de turno de los partidos y los malos usos en las elecciones. Funda la Liga de Contribuyentes de Ribagorza y propugna mejoras sociales y de política hidráulica. Bajo la bandera de la Liga y de su organismo la Cámara Agraria del Alto Aragón fue candidato a elecciones en 1895-96. Aunque no tuvo éxito y a raíz del desastre de 1898 creó la Liga Nacional de Productores; a ésta se unieron otros grupos y todos juntos formaron la Unión Nacional, de la que Costa fue presidente.

Fracasada en 1901 la Unión Nacional continua en la política y en un discurso de grandes repercusiones en el Frontón Central de Madrid en 1903 y a raíz de haberse conseguido la Unión Republicana (bajo Nicolás Salmerón) se declara republicano.

Su escasa salud más las profundas diferencias con Salmerón y el sentimiento de que los votos no reflejaban la voluntad popular fueron las razones de que a los dos años dejara el partido republicano y se retirara a Graus donde su familia se había establecido cuando él tenía seis años. Y allí sigue trabajando.

La influencia de Costa es profunda, como reconocen desde posiciones filosóficas y políticas distintas, desde Menéndez y Pelayo a Ortega y Gasset, desde Unamuno a Ramiro de Maetzu.

Fallece Costa en Graus en 1911. Siete años después, Pedro Martínez Baselga escribe una breve biografía suya en la que dice:

“Costa no era un matón, ni un hombre de malhumor, ni siquiera un taciturno. Era un alma dolorida, porque su vida fue un clavario; tenía un corazón muy grande, sufriendo por todos sin dar importancia a sus propias penas; pero en sus conversaciones con sus íntimos, era chistoso y socarrón… Era muy amigo de los niños, para quienes siempre llevaba caramelos. Gran defensor de las mujeres y sobre todo de las madres y entre estas, de las que perdieron sus hijos en Cuba y Filipinas. Defensor de pobres y ricos, si estos eran justos, y el hombre más afectivo y llorón que he conocido en mi vida”

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JOAQUÍN COSTA, UN TESTIMONIO HISTÓRICO DE AURELIO GRASA. Texto de Juan Domínguez Lasierra. Febrero de 2011

Llovía cuando el cadáver de Costa recorría las calles de Zaragoza camino de Torrero. No podía ser de otra manera. Más de 30.000 personas habían desfilado ante su cadáver. Muchos miles más acompañaron sus restos a su última morada. Salvo las calles y plazas que recorría el cortejo, el resto de la ciudad quedó desierta. Zaragoza no tuvo otro quehacer ese día que enterrar a Costa. Era el domingo 12 de febrero y llovía, un símbolo de dolor pero también de regeneración, el empeño costista. Como la propia muerte de Costa, en el sentir de quienes lo lloraban sinceramente y tenían la esperanza de que el término de su paso por este mundo fuera un motivo para hacer vivir su legado, para hacer realidad su mensaje redentor. Muerte y resurrección de Costa.
Y Zaragoza vivió el mayor acontecimiento fúnebre de su historia. También la mayor explosión de dolor y de afecto a persona alguna. Y eso que el destino de los restos de Costa no estuvo ausente de polémica. Una figura de su talla estaba hecha para el Panteón de Hombres Ilustres de la patria. Pero Aragón la reclamó. Una campaña del Heraldo se puso en movimiento a las pocas horas de su muerte. Y encontró el apoyo general. Aunque hubo impulsos más contundentes. Embalsamado el cuerpo del difunto, el día 10, al punto de la mañana, salía desde Graus el féretro en una galera camino de Barbastro. Allí recibió el primer homenaje de la población y de los pueblos cercanos. Transportada a hombros la caja funeraria hasta la estación, el tren emprendió su viaje a Madrid. Pero entre Barbastro y Graus estaba Zaragoza, y allí miles de zaragozanos dispuestos a que sus restos no pasaran de la estación del Arrabal. Y aquí se quedaron. El empeñoso baturro consiguió al fin detener el tren, ya que no se apartaba. Costa había expresado el deseo de ser enterrado en Las Forcas, una zona montañosa que él veía desde el balcón de su casa de Graus. Y otros imaginaron que solo el Moncayo estaría a la altura de su gloria como reposo eterno. Allí la cabeza de Costa, como en un nuevo Memorial Valley, haría llegar su voz moncaína de cierzo a todos los rincones de Aragón.

Costa se había convertido en una leyenda, ya en vida, y su muerte no podía permanecer ajena al discutido final de tantos héroes. Cheney, su biógrafo último, constata el hecho, “extraño y simbólico”: en el registro del cementerio de Torrero no existe constancia de su entierro, oficialmente su cadáver no existe. Quién sabe si a la postre, Costa consiguió su deseo y sus cenizas se mezclan con la tierra grausina de Las Forcas. Pero el hecho es que Costa, la leyenda, el símbolo, el nuevo Moisés de la España en éxodo, es enterrado públicamente en Zaragoza.

Todo el respeto, la admiración, el fervor que inspiró en vida la personalidad de Costa tuvo en su entierro su momento de eclosión. Un desbordamiento sentimental de tal calibre como se conocen pocos en la historia española. Como si tanta veneración, tanto afecto, tanto agradecimiento acumulado a lo largo de su generosa trayectoria de hombre público no se hubiera plasmado suficientemente en vida, el pueblo, el pueblo llano, ese pueblo al que él tuvo siempre como meta de su entrega vital, tal vez alcanzó a comprender en ese momento final, en su definitiva retirada, que desaparecía un hombre, un hombre sin par, único tal vez en la historia española por su inflexible honestidad, con el que tenía una deuda infinita. La eclosión, el desbordamiento del entierro de Costa fue como el pago de esa deuda, sin que en dicho impulso faltara tampoco el sentimiento de culpa de quienes, en los últimos años del “león de Graus”, el de un Costa al que se llegó a calificar como “el gran fracasado”, no tuvieron con él el reconocimiento que merecía la generosa, la absoluta donación de su vida a la causa de los demás. El entierro de Costa fue un desbordarse de todos estos sentimientos, resumidos en dos, admiración y deuda.

Ya el primero de los editoriales de Heraldo, nada más conocerse el fallecimiento del ilustre altoaragonés, lo ponía de manifiesto con harto dolor, con evidente demostración de culpa:

“Ha muerto Costa sin que Aragón, su patria, haya demostrado con hechos que sabía corresponder al amor que siembre le tuvo aquél hijo ilustre, rectísimo, sobre cuyo ánimo generoso no hicieron mella los agravios, las ingratitudes ni las ofensas recibidas en esta tierra suya, a la que consagró los frutos más elevados de su ingenio, la esencia más pura de su entendimiento, los efluvios más cordiales de su alma noble y esforzada. Ha muerto Costa sin recibir de Aragón un homenaje admirativo. Con dolor de corazón lo decimos; ha muerto Costa sin que sus paisanos cumplieran con él, en vida, elementales y santos deberes a los que estábamos todos muy obligados”.

Tras el féretro de Costa desfiló aquella tarde del 12 de febrero de 1911 toda Zaragoza, y la conciencia histórica de España. Por eso Heraldo tituló al día siguiente aquella jornada, a toda página “Homenaje nacional a Costa”.

De aquel acontecimiento tenemos numerosos testimonios literarios. Pero tenemos, además, un testimonio gráfico de primer orden: las fotografías que el joven Aurelio Grasa, entonces reportero gráfico de Heraldo de Aragón, realizó tanto para este periódico como para otros medios, como ABC, cuyas imágenes fueron portada del rotativo madrileño. Tanto el impresionante paseo de los restos de Costa por Zaragoza, que ya hemos relatado, como su entierro, en el cementerio de Torrero, fueron inmortalizados por la cámara del joven Aurelio que, con los escasos medios de la época, consiguió un registro histórico completo de aquellos momentos. En el pie de una de las fotografías publicadas por el periódico zaragozano puede leerse: “El féretro de Costa en el momento de ser depositado en la sepultura del Cementerio de Torrero. Fotografía obtenida anoche con luz de magnesio para el Heraldo de Aragón por el Sr. Grasa”. Este simple pie de foto ya nos ilustra de algunos detalles muy significativos de su labor. El principal de todos, además del dato técnico, que Aurelio supo estar en el lugar en el momento de la noticia, primera obligación de todo reportero. Pero además, Aurelio ya se había adelantado al acontecimiento fotografiando previamente el lugar de aquel funerario reposo antes de que sus restos lo ocupasen, y posteriormente, como podrá verse en el vídeo que ahora se presenta, Aurelio siguió ocupándose del devenir de aquel enterramiento de Costa hasta la conclusión final del mausoleo con que Zaragoza honró al ilustre altoaragonés. Hito fotográfico costista de Aurelio Grasa es asimismo el extraordinario retrato de estudio que el Heraldo le encargó para su galería de fotos dedicadas.

El vídeo que aquí se presenta constituye, por todo ello, un documento histórico de primer orden, a la vez que fotográfico, cuya recuperación por la familia Barboza-Grasa merece toda nuestra gratitud. En estos momentos de conmemoraciones del centenario de la muerte de Joaquín Costa, esta realización es, sin duda, una de sus aportaciones de mayor novedad e interés. Un tributo de excepcional importancia.

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EL REPORTAJE FOTOGRÁFICO DEL ENTIERRO DE JOAQUÍN COSTA Y LA CONSTRUCCIÓN DE SU MAUSOLEO, POR AURELIO GRASA, 1910-1914. Texto de Teresa Grasa Jordán y Carlos Barboza Vargas. 7 marzo 2011

Cuando Joaquín Costa fallece el 8 de febrero de 1911 en Graus, el joven fotógrafo y estudiante de 2º de Medicina Aurelio Grasa, a punto de cumplir 18 años, está trabajando como reportero gráfico para el Heraldo de Aragón, ABC y Blanco y Negro de Madrid. Por la importancia de su personalidad, Madrid quiere que sea enterrado en la capital. Pero el pueblo aragonés, tras una inmensa manifestación de duelo, consigue que sea enterrado en Zaragoza. Aurelio Grasa realiza un reportaje fotográfico del acontecimiento, a lo largo de los días en que se suceden los actos, desde su exposición en el salón rojo del Ayuntamiento hasta su entierro en el Cementerio de Torrero y su tumba cubierta de flores, dando fe gráfica de su permanencia en Aragón.

Conservamos en nuestro archivo la colección de 16 placas de 13 x 18 cm. que realizó con su cámara Goerz, entre ellas el retrato firmado por Costa, así como 9 fotografías de placas 9 x 12 cm. que ilustran los diferentes bocetos para el mausoleo que se proyectó tras su muerte, entre ellos el boceto ganador del mismo, debido a Bescós y Lafuente y dos bocetos inéditos de Jose Bueno. Fotografía también a los grupos de Asambleístas visitando el monumento ya terminado en 1914. Aurelio, desde sus inicios como fotógrafo y reportero tiene plena conciencia de la importancia de la imagen y de su contexto, sabiendo que retrata un momento que será histórico.

La serie se inicia el día 11 de febrero, con la fotografía Entierro de Joaquín Costa en Zaragoza. Las Autoridades y comisiones rodeando el féretro del ilustre pensador a su llegada a Zaragoza, publicándose en la portada del ABC de Madrid el 12 de febrero de 1911. Ese mismo día, en el Heraldo de Aragón publica Las filas que formaban los visitantes desde el Ayuntamiento hasta la segunda puerta del Pilar. El lunes 13 de febrero, continúa retratando la manifestación popular, El duelo desfilando por la calle de D. Alfonso I, hasta el momento justo de su entierro, ya de noche, El féretro de Costa en el momento de ser depositado en la sepultura del cementerio de Torrero. Fotografía obtenida anoche con luz de magnesio para el HERALDO DE ARAGON, por el Sr. Grasa. También dan cuenta del acontecimiento Freudenthal y Cortés para el Heraldo de Aragón. En el Blanco y Negro de Madrid publican fotografías Alfonso, Capella y Cortés.

Además de estas fotos publicadas, el reportaje describe en varios momentos a los sepultureros preparando la tumba, metidos dentro de ella, en el cementerio de Torrero, así como la tumba cubierta de flores, la Corona de los Hijos de Graus, Corona del Centro Aragonés de Madrid, y termina en ….Zaragoza. La tumba de Costa cubierta de coronas el día de Todos los Santos, publicada en Heraldo de Aragón, el 3 de noviembre de 1911.

Tras la muerte de Costa, se inician los homenajes a su figura. Los artistas preparan sus bocetos. El primero, el escultor José Bueno, Zaragoza, 1884, con veintisiete años, prepara un boceto para erigir en Barbastro, Aurelio lo fotografia en sus estudio, y se publica en el Heraldo de Aragón, el 30 de octubre de 1911, pero no se lleva a efecto. José Bueno marcha a Madrid y en 1912 obtiene plaza de pensionado en Roma. Al promoverse el Concurso del Mausoleo a Costa en el Cementerio de Torrero de Zaragoza, José Bueno prepara otros dos bocetos para presentar al mismo. Aurelio también fotografía estos bocetos, pero estas imágenes no vieron la luz, han permanecido inéditas hasta hoy. En ellos se observa su maestría dentro del estilo neohelénico que le caracterizaría en estos años.

En 1914 Aurelio continúa informando gráficamente de la construcción del Mausoleo de Costa, con varias fotografías publicadas en el Heraldo de Aragón el 12 de junio de 1914.

Hemos querido ilustrar con música este reportaje inédito de Aurelio Grasa, escogiendo para la primera parte música de Benjamín Gutierrez interpretada por el cuarteto de maderas de Costa Rica, y para la segunda parte en que presentamos las fotografías inéditas de las obras artísticas creadas con motivo del Concurso de Mausoleo a Costa, hemos contado con la inestimable colaboración de Toni Bayona y Julián Gómez, Directores del Archivo Pilar Bayona, quienes han escogido Tres movimientos para piano e Impresiones musicales de Oscar Esplá, 1886-1976 interpretadas por Pilar Bayona, gran amiga de Aurelio, uniéndose en este homenaje al gran aragonés Joaquín Costa.